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Concurso de Poemas de Amor…

Hola, amigos!
Saben que desde hace un tiempo no escribo… y los que son mis amigos saben bien por qué.
Pero he recibido un mail de la página Zenda, anunciando su Concurso de Poemas de Amor y no pude resistirme, así que aquí les envío la obra con la que quiero participar.
Espero que la lean y me envíen sus comentarios, como siempre.
¡Gracias a todos!

Perdida de amor en la playa

Siempre detrás de tus pasos
mis pisadas sobre tus pisadas
mis huellas hundidas en tus huellas,
la marea del olvido
las borró de la arena.

En el esfuerzo de seguir tu camino
perdí la voluntad de encontrar el mío
y mi senda quedó desierta
de mis pasos perdidos.

El rugido del viento en mis oídos
me impedía escuchar
el reloj que marcaba el final,
un final tan lejano
que parecía silencio.

Y ahora estoy sentada
en esta playa sola.
Y por primera vez veo cómo
inevitable y lento,
se pierde el sol detrás del horizonte.

Al ritmo de las olas lo traga un mar
del que sólo tengo
arena y espuma entre las manos.

Adriana Cogliandro – 2018.

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De vuelta al ruedo…

He modificado cosas… No sólo en el blog, por supuesto.

Pero hablando de lo que nos ocupa hoy, lo que cambié es el aspecto de la portada, para que nos comuniquemos mejor.

Y realmente espero que comenten qué les parece… porque ustedes, amigos, son los únicos que podrán decirme la verdad en la cara (o en la pantalla, bah…).

Estuve recorriendo otros sitios en los que el aspecto visual es maravilloso, blogueros que ponen fotos divinas y escriben como los dioses… y cuanto más miro, más chiquita me siento… Y no se crean, eso hace bien, ¡porque por lo menos para alguna cosa no soy un vejestorio! ¡Tengo mucho que aprender!

No me imaginé que empezar a esta edad (como decían las viejas cuando yo era joven) me iba a resultar tan difícil, pero eso sólo demuestra que no he perdido mi capacidad de asombro ni mi sed de aventuras.

Y dejo especificado que mi «sed de aventuras» sólo se limita a que mis escritos recorran el mundo, porque a mí viajar no me gusta nada. Soy como el Jardinero de María Elena Walsh: necesito sentir que mis pies tienen raíz.

Admiro (y envidio en secreto, shhh!) a los que hacen un bolsito y se toman un avión a la Cochinchina o se cargan la carpa y el mate en el auto y pertrechados sólo con un mapa, emprenden lo que después llaman «unas deliciosas vacaciones». Tengo amigos así. Igual los amo, si no me muestran las fotos del viaje en la pantalla de la compu durante dos horas, a la vuelta de su «aventura».

A mí los viajes no se me dan. O me pasa de todo, o gasto toneladas de plata que después lloro amargamente frente a los resúmenes de las tarjetas de crédito, o ambas… ¿Les conté alguna vez? Tal vez lo haga…

Ahora les toca a ustedes. «¡El último cola de perro!», gritábamos al salir al recreo cuando estábamos en la primaria.

¡Hasta luego!

Guaca

    Hace muy poco descubrí esta palabra: «guaca». Significa algo así como «tesoro escondido».

Una guaca es algo que uno tiene y no sabía qué valor tenía, hasta que lo descubre por accidente. Algo que estaba allí y no era evidente.

Como cuando uno se da cuenta de que nunca volverá a ver un lugar como ese, a disfrutar de un día como el que acaba de terminar, a pasar por ese camino, a soñar ese sueño del que despertamos sonriendo.

Y se me abrió la puerta de la imaginación, alocada y voraz.

Encontré una foto de mis viejos: ¡guaca!

¡Eran tan lindos!

Recuerdo cuándo tomamos esta foto: en la puerta de mi casa, recién la habíamos comprado, fue el 2 de agosto de 1987, el día que festejamos la «inauguración»…

Descubrí que tengo una vida maravillosa: ¡guaca!

Hice casi todo lo que me propuse, me fue bien en casi todo lo que logré (tal vez todavía no tanto en esto de escribir), crié a dos hijos maravillosos, mi hermana mayor todavía me cuida y me malcría como cuando tenía ocho años y tengo un matrimonio feliz de casi cuarenta años de duración. Mucho más que muchos.

No creo merecer todo lo que tengo, porque «tener» no ha sido mi verbo favorito. Me gustan más «hacer» y «pensar», «escuchar» y «sentir», «leer» y «escribir», «investigar» y «aprender» . Y sobre todo «amar».

Por eso me cae bien la palabreja nueva: porque es un descubrimiento maravilloso en sí misma. Es una palabra que te llena la boca y explota dentro de uno en mil  significados.

Despierta a la exploración de los propios tesoros escondidos y los revela.

Comparto con ustedes mi última guaca:

No importa cuán lejos estén, los amores siempre están a un pensamiento de distancia.